jueves, 13 de agosto de 2009

Crónica electorera

La siguiente crónica fue escrita por encargo del profesor de taller de periodismo (si, si! el mismo del que platique en el post anterior), quien nos había pedido hacer una crónica de aquello que viéramos interesante en el día de las elecciones. Así que fui a votar, observé y obtuve una idea de lo que quería contar. Hasta ahí todo bien, pero sucedió que un día antes mi hermano acababa de llegar a México, desde España, para pasar solo una semana de vacaciones con la familia, decidí entonces que ya después escribiría la crónica, total que la entrega era para el jueves (como recordaran, las elecciones fueron un domingo). Entonces se fue el lunes, el martes y para el miércoles en la noche yo aun no tenia nada escrito, la idea seguía en mi cabeza, pero no la necesitaba en mi cabeza, sino impresa. Así que me puse a escribirla, con todo y hermano a lado.

Entonces, esta crónica fue escrita en un ratititito, que no pasó de los 10 minutos, quizá eso se pueda notar en la redacción.

Como sea, le saque dos “JA,JA” al profesor. Espero también sacárselos a ustedes.

Da mandil... ¡a votar!

Domingo. Las señoras madrugadoras piensan en sus quehaceres del día (porque ellas ni los domingos descansan). Ya se han puesto su faldita, sus zapatos, su blusa floreada y por supuesto, el complemento más importante para estas mujeres del hogar: el mandil.

Las cosas por hacer para hoy: ir a la iglesia, pasar por el mandado e ir a votar… ¿votar?, ¡Si!, hoy votar está entre las prioridades del día. Votar porque en la televisión dicen que es por el bien de México, que es bueno. Votar, porque una mujer que telefoneó a la casa el viernes pasado, dijo que no había que olvidar ejercer nuestro derecho como ciudadanos.

Así que ahí van las señoras, dispuestas a votar. Pero eso si, no van directo a iniciar el ritual del sufragio sino que llegan a platicar entre ellas. Hablan de los hijos, ¿de lo nietos quizá?, de lo mala que les ha salido la nuera, de sus dolencias corporales, de la diabetes y de doctores “muy buenos”. Y luego hablan también, un poco, de política: “Ps a ver si ahora si hacen algo estos del PRI, porque los del otro partido no hicieron nada”. Intercambian opiniones y chismes políticos, se cuentan “que a fulanito le van a dar una chamba si vota por tal partido”.

Las conversaciones siguen hasta que, de repente, como si algo les recordara que aun faltan muchas cosas por hacer, se empiezan a despedir. “Bueno manita, hay nos vemos, que todavía tengo que llegar a hacer mi sopa”, dice una señora, mientras hace sonar un montón de llaves que tiene entre sus manos. Y después se va y se acerca por fin a votar.

Hay caras conocidas entre los funcionarios de casilla, esta ahí Don Salinas, el que vende los pollos en el mercado, hay que saludar. Todas las señoras lo han hecho antes. El pollero al parecer es muy popular entre las señoras del mandil.

Las señoras muestran sus credenciales y después reciben sus boletas. Con ellas en la mano, se disponen a emitir su voto, no sin antes pasar por una pequeña confusión acerca de a qué cubículo dirigirse. Y es que votar es confuso a veces (quizá deberían también capacitar a los ciudadanos para votar y no solo para ser funcionarios de casilla).

Por fin se quedan solas, por unos minutos, en el cubículo y quizá mientras tachan en la boleta al “partido de su preferencia”, piensan en que ojalá esta vez las cosas si cambien para mejor, “Ojala Juan ya consiga un trabajo” o en que la papa cada día está mas cara.

Las señoras del mandil han votado. Convencidas de que han cumplido con su deber regresan rápido a sus casas. No sin antes haber pasado por la carne y las verduras para la comida.

La pintura indeleble, que votar dejó en sus dedos, se borrara mientras lavan los pantalones de “Juan”.

1 comentario:

Rebelcore dijo...

Liiiiiiiiz ya escribe algo
...
:D
no pongas ñoñadas de politica
jajajajaja
cuentame algo
padre
jajajaj